martes, 13 de enero de 2009

Feel Good Hit of the Summer.

Los divertidos Gnomos que veían la tele balanceando las piernas sobre mis hombros han dejado de existir. No estaba demasiado atento a lo que hacían en ése momento, pero creo que se comieron una mierda y murieron, tan trágico como suena. Lo curioso es que su fatalidad dió lugar a un enorme roble que se aloja en mi habitación, justo en el sofá donde ahora me columpio "minuto paquí", "minuto pallá". En la copa del mismo puedo adivinar a mi novia imaginando cómo de bien lo pasaremos la próxima vez juntos, qué viviremos y cuánto nos quedará por vivir en sucesivas ocasiones; mientras que las raíces aparecen pobladas de niñas desnutridas tratando de concienciar al personal, regalando falta de tiempo por cada ojo y buscando con manos vacías algo que estrechar mientras son grabadas por algos no gubernamentales-según reza el asunto somos capaces de ayudarlas si nos lo proponemos-. A la vez que lo contemplo en toda su altura no paro de subir y bajar a lomos de una hormiga que parece saberse de memoria todos los recobecos de la corteza y así, con taparrabos, collar de colmillos y abdominales evito la gravedad mientras trato de reconocer alguna taquilla en la que comprar un billete de vuelta, si es que aceptan marcas de sofá en la espalda como pago. Finalmente termina el viaje cuando dan las tantas, o las tantísimas depende del día, y mis huellas dactilares vuelven a funcionar para abrir las compuertas de la burbuja aislante, momento en el que entro con cara de haber bajado a por tabaco y enciendo la tele mientras recuerdo a mis queridos Gnomos muertos por empacho. Volveremos a vernos.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Voilá.

Conforme aquel gigantesco sombrero fue ascendiendo del suelo a la vez que recuperaba su tamaño natural comenzó a adivinarse bajo él una silueta de inequívocos rasgos humanos. Cuando 18o centímetros después finalizó su asombroso trayecto y quedo cómodamente asentado en la cabellera del ser hasta entonces escondido en sus adentros, los escasos presentes contuvieron la respiración durante apenas tres segundos, exactamente el tiempo que les llevó procesar la información que recibían, concluir que se encontraban ante una inciación rutinaria experimentada cientos de veces anteriormente y resolver centrar de nuevo sus sentidos en la búsqueda de la dulzura escondida en la amorfidad de un chicle agonizante. Maleao desconocía por completo la sociedad blogger, a fin de cuentas eran sus primeros instantes en esta nueva realidad, pero su experiencia previa suponía la reacción que provocaría su llegada, por lo que autocomplacencia y diversión se mezclaron en ese gesto que a estas alturas ya sólo su mente advertía, y es que no dejaba de resultarle gracioso el hecho de que en cualquier lugar haya inteligencia dispuesta a esperar lo inesperado bajo un sombrero gigante. Sin ser el primero ni el último respiró tranquilo al comprobar que al fin podría comentar, divagar, compartir opiniones anónimas y, si se daba la necesidad, torturarse ante la posible audiencia en busca de alivio. Poco más podía esperarse de un tipo como él en un lugar como ése.